Después de 14 años, más de 32.000 pacientes tratados y 20 ediciones de la formación, este año , Sara Romerodeja de ofrecer Consultas y pasa a concentrar su tiempo y energía en la divulgación y expansión internacional del Método SOMA.

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Reeduca tu cerebro, dándote un pequeño premio por cada logro, cada paso, cada miedo superado

Cuando iniciamos el camino de transformarnos a nosotros mismos, porque perseguimos una meta, porque anhelamos un sueño, o simplemente porque las circunstancias de la vida nos fuerzan a ello, siempre, siempre, siempre, vamos a encontrar resistencia y obstáculos. Internos y externos. 

Si queremos llegar al destino deseado, es fundamental encontrar la manera de neutralizar los obstáculos y resistencias que se interponen entre dónde estamos y lo que somos en el momento presente, y lo que deseamos ser y dónde aspiramos a estar en nuestro futuro. 

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A continuación, te vamos a explicar cómo esquivar los obstáculos internos, esos que nos pone nuestra propia mente, en modo de excusas, justificaciones, pereza, cansancio o falta de motivación.

Nos saboteamos mentalmente ante los cambios

Esto es así porque nuestro cerebro está programado para mantenernos en el status quo, para no dejarnos avanzar. Miles de años de evolución nos han preparado para no hacer cambios significativos, excepto en circunstancias extremas. 

El cerebro prefiere lo malo conocido, que lo bueno por conocer. Por lo tanto, premia bioquímicamente el hecho de no hacer nada – esto lo saben muy bien las personas que procrastinan -, y castiga con cansancio, desánimo y malestar el esfuerzo por cambiar.

Por eso, necesitamos incentivar de algún modo a nuestro cerebro, para que permita y apoye nuestra  salida de la zona de confort. ¿Y cómo lo hacemos? Utilizando los mismos trucos bioquímicos que nos han mantenido anclados. 

Es decir, tenemos que nuestro cerebro asocie de manera positiva y placentera el esfuerzo y el cambio.

Aprovecha la bioquímica de tu cerebro a tu favor

De la misma manera que un deportista encuentra placer en levantarse a diario antes de que amanezca y llevar a su cuerpo al límite, tras lo cual su cerebro produce endorfinas – que son hormonas de la felicidad -, tenemos que asociar cada pequeño logro con un premio. 

De este modo, la próxima vez que tengamos que pedirle a nuestro cerebro un sobreesfuerzo y que se adentre en territorio desconocido, estará encantado de hacerlo, puesto que habrá sido entrenado y sabe que la recompensa bioquímica valdrá la pena.

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Por lo tanto, a partir de ahora por cada pequeño logro, cada paso, cada miedo que superes, cada aprendizaje que hayas conseguido, prémiate, date algo a cambio.

La trampa de la dopamina

Es importante que el premio que te concedas sea algo real. ¿A qué nos referimos con real? Algo que tu sistema reconozca como genuinamente bueno: un paseo, un descanso, un masaje, una tarde con amig@s, una comida especial, un buen libro…etc.

Si tu premio son unas horas perdidas en las Redes Sociales, la asociación que va a hacer tu cerebro es:”si me esfuerzo, luego puedo hacer el vago” y, antes o después, optará por hacer el vago directamente, sin esfuerzo. 

Evita cualquier premio que pueda generar adicción, ya que eso no es un premio en absoluto, y tu cerebro lo sabe.

No te limites, ni busques excusas

Seguro que ya estarás pensando que no tienes dinero suficiente para darte premios tan frecuentemente. O, tal vez, ni siquiera sea fácil para ti pensar en cómo premiarte, si no es navegando durante horas por las Redes Sociales.

Si este es tu caso, una buena opción es recordar con qué actividades pasabas horas y horas en tu infancia. Cuando somos niños, tenemos una manera natural de conectarnos con lo que nos gusta y nos da placer. 

Y, puesto que a esa edad no disponemos de recursos económicos propios, encontramos formas muy imaginativas de satisfacer nuestra necesidad de disfrutar.

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Si pasabas muchas horas en la infancia jugando a cocinitas, tal vez ahora te relaje cocinar. Si lo tuyo era pintar o las manualidades, necesitas hacer más cosas con tus propias manos. Si te encantaba jugar con tus amigos o hermanos, tu premio ideal es aumentar la cantidad y calidad de tu vida social. Si pasabas horas en el parque, escalando y corriendo, el deporte al aire libre es un premio para ti.

La idea es que aquello que te generaba felicidad en tu infancia está anclado en tu cerebro como positivo, así que solo tienes que volver a ello, para que tu cerebro despliegue la misma bioquímica del placer de las cosas sencillas.

La importancia de generar automatismos positivos

Empieza a desarrollar una bioquímica en la que cada esfuerzo, recibe una recompensa. No esperes a los resultados finales para permitirte celebrarlo, porque si no, dejarás de disfrutar del camino. 

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Sin embargo, si cada pequeño paso en la escalera del camino es recompensado bioquímicamente por tu cuerpo y  tu cerebro recibe su premio, estarás generando un automatismo, un ciclo positivo de automejora y logros sin fin.  

Y, sin darte cuenta, habrás instaurado los hábitos de automejora contínua que te vas a llevar, paso a paso, hacia tus metas. Sin darte cuenta. Sin sufrimiento. Disfrutando.

Cuando el camino se disfruta, cada día es un regalo 

Me has escuchado decir muchas veces que, para mi, la fórmula de la felicidad es un presente perfecto y un futuro que te ilusione. Si enfocas tu energía en una meta que realmente te haga ilusión, ya tienes la mitad de la fórmula. 

Si, además, consigues que cada día merezca la pena, y que haya siempre algo, pequeño o grande que te haga disfrutar, se completa la felicidad.

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Por tanto, empieza hoy mismo a celebrar  los avances que hayas realizado.  Y verás cómo, cuando llegues a la meta, echarás de menos con nostalgia los momentos que te llevaron hasta allí.

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