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5 claves para ayudar a tus hijos a gestionar sus emociones 

Tendemos a creer que la educación de nuestros hijos, y en especial la educación emocional, no da comienzo hasta que superan una cierta edad y termina la crianza. Nada más lejos de la realidad. 

Los hilos que tejen el tapiz emocional de nuestros hijos comienzan desde el minuto 0. Es decir, desde el instante en que sabemos que llega un nuevo ser a nuestras vidas, inicia un vínculo de por vida.

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La forma en que pensamos en nuestros bebes, mientras lentamente crecen en su formato de feto, y la forma en que nos cuidamos y nos dejamos cuidar, determinan la calidad del alimento físico y emocional con el que vamos a nutrirse en el futuro.

Cuando ya están en nuestros brazos, establecemos el tono de nuestros encuentros futuros a través de las caricias, los mimos, los besos, las palabras, los juegos, el aseo y las canciones que les cantamos. 

Las emociones que emergen antes de la palabra son las más intensas y complejas de modificar, así que nunca subestimes el hecho de que tu bebe no habla, pensando que no va a enterarse de nada, solo porque luego no lo recordará. Quedará grabado en su subconsciente, y aparecerá, para sabotear, en el momento menos adecuado.

Una vez los niños comienzan a entender, añadimos más herramientas para enriquecer su mundo emocional:

1. Educación emocional verbal y no verbal.  

Es fundamental, desde la primera infancia, enseñar a los niños a nombrarlas y hablar de ellas. Esto resulta sencillo al principio: miedo, enfado, asco, alegría, tristeza, son las emociones básicas hasta los 4 o 5 años. 

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Debemos enseñar a identificarlas en ellos y en los demás. La empatía se desarrolla desde el primer momento. Los niños sienten a la madre y, de hecho, no distinguen entre sus emociones y las de su madre. Hay que enseñarles a separar los sentimientos propios de los ajenos.

2. Mantener la conexión en todo momento. 

Imitar postura, mirar a los ojos, abrazar, sostener, acompañar…son actos de conexión y empatía que usaremos siempre con los niños, y que ellos aprenderán a imitar. 

En momentos de alta intensidad emocional es difícil mantenerse conectados, pero no imposible. Podemos dejar el espacio para que la explosion emocional tenga lugar y amaine, sin cerrarnos, sin crisparnos y sin irnos. Y entonces, recuperamos la conexión, antes de recoger los platos rotos del disgusto y poner cada cosa en su lugar.

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Si los padres pueden discutir en este tono, con respeto y manteniendo la conexión, abren el camino a que sus hijos puedan expresar sus emociones sin ser rechazados.

3. Herramientas para calmarse

En función de la intensidad de la emoción, podemos dejar a los niños correr o moverse, para que puedan quemar muscularmente el exceso de energía y de toxicidad, o invitarles a meditar para calmarse. Unos minutos de postura de loto repitiendo juntos “OMMMMMMM” hacen maravillas en los niños.

A veces la emoción requiere abrazos, besos, cosquillas o provocar un ataque de risa. No hay nada de malo en mezclar emociones. La vida también es agridulce.

Los niños que han probado el Método SOMA saben que cuentan con una herramienta adicional, que es repetir la frase mágica: “abrir para limpiar”

4. Poner límites

En el diálogo con nuestros hijos nada va a funcionar si no hay límites. Todos los necesitamos, y determinan el marco de contención de nuestras relaciones. Informar a los niños de que tenemos que enseñarles y corregirles por su bienestar es un acto básico de respeto a la infancia.

En situaciones normales, empezar una frase con “¿te has dado cuenta….?”, abre un espacio común para hacer saber al niño que se ha saltado un límite, sin imponer ni recriminar.

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En situaciones de peligro, obviamente, la reacción tiene que ser automática y contundente. Por eso es fundamental informar de antemano que, en situaciones de peligro o riesgo, la madre o el padre pueden elevar la voz, y en ese caso, siempre habrá que obedecer sin cuestionar. Luego se puede hablar de lo que ha pasado, del susto, del peligro y de lo contundente de la intervención, de nuevo con calma. 

Esto es lo que llamamos poner límites en modo sandwich: primero informar de que habrá límites muy firmes en todo lo que implique peligro, segundo ser muy firme, y a posteriori volver a hablar de estos límites, para automatizarlos.

5. Se enseña con el ejemplo

Solo se enseña desde la experiencia, así que nada de todo lo anterior tiene sentido si no sabemos, como adultos, gestionar nuestras propias emociones.

Frecuentemente, observamos en consulta a personas adultas que ni siquiera saben identificar sus emociones predominantes. No saben nombrarlas y, mucho menos, gestionarlas. Nos encontramos con padres que viven en una relación conflictiva y esperan que sus hijos discutan. Vemos a muchas madres abnegadas y sacrificadas, intentando enseñarles a sus hijas a tener una autoestima alta y valorarse, cuando ellas mismas no lo hacen. Nos visitan padres que no entienden a sus hijos, ni tampoco a si mismos.

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La educación emocional empieza por uno mismo. Si no puedes o no sabes gestionar adecuadamente tu paisaje emocional o el de tus hijos, desde el Método SOMA estaremos encantados de ayudarte.

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